Que los precios respondan a la oferta y la demanda es legal, aunque podamos dudar de su moralidad. Ahora, cobrar el doble del precio establecido por una habitación cuando es la única que queda libre en Soria, siendo legal, es de tener la cara más dura que el David de Miguel Ángel. El recepcionista del Hostal Ruiz tiene ese pétreo rostro, además de la simpatía de un funcionario deseoso de que pasen los dos últimos minutos de su turno. Accedimos a su chantaje y descubrimos los grandes placeres que ofrecen sus servicios. Es imposible quedarse dormido más allá de la hora de dejar la habitación, pues los tiernos periquitos enjaulados del patio comienzan a graznar al amanecer como si les estuvieran arrancando las plumas con cera caliente. También son de agradecer sus toallas, pues ahorran muchas sesiones de exfoliación y pueden eliminar las callosidades de los pies. El tamaño del baño ayuda a ejercitar la flexibilidad cuan faquir en caja y el jabón del baño hace tanta espuma como frotarse con sirope de chocolate. Sus magníficas instalaciones, a las que tienen el atrevimiento de llamar Recepción-cafetería y describir como para desayunar, tomar algo a media tarde, o incluso tomar una copa entrada la noche, tenemos a su disposicion la cafeteria del hotel, consisten en el mostrador de recepción y la copa deberás tomarla antes de las entradas diez de la noche acompañado del inigualable humor del recepcionista-camarero. Gracias a Dios las paredes permiten escuchar a los vecinos con total claridad y hay DVD en las habitaciones, aunque la nuestra tenía un combo VHS de tubo mucho más vintage. En definitiva, unos timadores con mal carácter y un producto infame.